Cuando leemos ficción solemos olvidar el mundo que nos rodea, "viajamos" a otro lugar donde las cosas nos son ajenas. ¿Pero qué pasa cuando un cuento o una novela nos hacen reflexionar sobre cuestiones sociales? Es interesante cómo historias ficticias consiguen que nuestra mirada sobre la realidad se vuelva aún más crítica.
Hace no mucho volví a leer "Eclipse" de Augusto Monterroso (lo encontrarán al final), un relato breve sobre un fray que viaja a la selva de Guatemala para realizar una labor "redentora". Quisiera relacionar este cuento con algunos textos escritos por antropólogos, para así poder explicar mejor las ideas que contiene.
En el texto “Alteridad y pregunta antropológica”, Krotz dice que el viaje fue una de las formas de contacto cultural que ha tenido lugar a lo largo de la historia. El cuento de Monterroso, nos muestra claramente una situación de viaje en la que el fray Bartolomé es enviado desde España al nuevo mundo para evangelizar. Aquí podríamos hacer mención al concepto de ‘etnocidio’ que plantea Clastres. El fray viaja hacia la selva de Guatemala para hacer efectiva su “labor redentora”. Su objetivo es mejorar la sociedad a la que se dirige y eso solo será posible si estos adoptan las costumbres y creencias europeas. Clastres, define al etnocidio como el exterminio cultural de los modos de vida de otro porque se consideran malos y, por lo tanto, deben ser transformados hasta ser lo más parecidos al modelo que se les impone. Siguiendo esta idea, el otro tiene la posibilidad de salvarse, de ser mejor; por supuesto, para ser mejor tiene que olvidar y renunciar a su cultura.
La alteridad es la experiencia con lo extraño, es lo que permite ver a los otros como otros, es la diferencia en la igualdad. Esto es efectivamente lo que experimenta el fray Bartolomé y los nativos a los que fue a conocer. Si no los considerara diferentes no hubiera aceptado un viaje para convertirlos en iguales. Por otro lado, tal como lo afirma Krotz, la alteridad no es posible sin etnocentrismo. Es lo que permite aprehender al otro como otro propiamente, y es en el contacto cultural cuando el etnocentrismo suele reforzarse.
¿Pero qué implica el etnocentrismo? Clastres nos dice que implica medir las diferencias con la vara de nuestra propia cultura, es decir, considerar superior a la propia cultura y negarse a considerar como iguales a las demás. En este caso la alteridad cultural siempre implica inferioridad. En “El eclipse”, lo podemos observar en la actitud del clérigo que pretende asustar a los nativos con sus conocimientos superiores sobre el espacio. Para él es imposible siquiera considerar que los otros, extraños y diferentes, pudieran compartir ese tipo de información propia de una cultura superior. Por ser una cultura diferente automáticamente pasan a convertirse en seres inferiores.
Eclipse - Augusto Monterroso
Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.
–Si me matáis –les dijo– puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.
Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.
Bibliografía:
- Clastres, Pierre. 1996. “Sobre el etnocidio”. En: Investigaciones en Antropología Política. Gedisa, Barcelona. Pp. 55-64.
- Krotz, Esteban. 1994. Alteridad y pregunta antropológica. En: Boivin, M., Rosato, A. y Arribas, V. Constructores de otredad, una introducción a la Antropología Social y Cultural. Antropofagia, Buenos Aires. Pp.16-21.
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